Es bien sabido que con la edad, nos volvemos más sabios, más selectivos y somos capaces de distinguir y escoger al momento lo que nos gusta, apetece o queremos. Por la misma razón, rechazamos también de inmediato lo que no nos atrae, nos aburre o disgusta. Yo, aunque joven de espíritu -llámenme cándido si quieren-, he alcanzado esa edad en la que los matices no tienen cabida y las cosas ya sólo son blancas o negras, positivas o negativas, o si no suman, restan.
Pues bien, en este 2019, quiero compartir con ustedes, algo que se venía fraguando desde hace tiempo, que ya es concluyente y no tiene marcha atrás. Me gustan la chonis; sí, me atraen mucho las chonis y no me mola nada el glamour ni tampoco la elegancia; me seduce lo natural, lo espontáneo, lo sencillo, lo básico y si mucho me apuran hasta lo más elemental; o sea que las chonis me van, que quieren que les diga.
Ay mis chonis. Esas rubias de bote de pelo planchado, con kilos y kilos de rímel y camisas ultraceñidas de nylon, sujetadas por botones a punto de salir disparados a la velocidad de la luz, al menor suspiro o sonrisa de la chica en cuestión. Me gusta verlas comiendo pipas en grupo, gritando -más que charlando-, sentadas en algún banco de la Ronda de Sant Antoni o en el portal de la casa de alguna de ellas en alguna de las estrechas calles del barrio del Raval de Barcelona: mi barrio. Me encantan sus uñas pintadas, repintadas, despintadas o descascarilladas, da igual. Me pone el exceso de olor a fragancias baratas; colonias de imitación que a buen seguro han adquirido en la misma tienda de barrio que yo, que dicho sea de paso, también me las compro y también me las pongo. Me embelesa verlas tan femeninas, tan potentes y tiernas, enfundadas en sus comprimidos leggins que parece que más que vestir desnudan, al realzar sobremanera sus curvas y envasar al vacío sus genitales. Que decir de sus botas, esas botas más propias de alguno de los tres mosqueteros, de piel sintética blanca, por encima de las rodillas y de repeladas punteras. Esas botas que sólo ellas saben lucir, sublimando la vulgaridad y transformándola en hechizo. Oy, oy, oy mis chonis….Son tan guapas, me gustan tanto, en serio!
Bueno, ya paro, aquí lo dejo, voy a hacerme la comida. Hoy tocan judías tiernas salteadas con taquitos de jamón y creo que vienen a comer mis hijos. Besos y abrazos, feliz año, vuestro que lo es, TG